– From heart to heaven –


Ya hace casi un año desde nuestra despedida y tengo el recuerdo tan presente que es difícil de olvidar, aunque tampoco quiero, me gusta recordarte, aunque a veces sienta una enorme tristeza.

 

Es duro reponerse a la falta de alguien a quien has querido tanto, a mí se me hace muy extraño, no me acostumbro. Normalmente es algo que vivo en silencio, en la intimidad. Y en esa intimidad es donde me desahogo abiertamente para no hacerle daño a nadie.

Tenía muchas ganas de vivir y luchaba y nos demostraba a todos que así era. Las cosas que le gustaban las vivía intensamente.

Salía por la mañana pronto a respirar aire puro encima de la bicicleta,  normalmente  acompañado de los que fueron sus amigos y así disfrutaba de esas largas conversaciones. A veces de vuelta a casa, se encontraba con un no tan madrugador ciclista que orgulloso le saludaba en el encuentro y le deseaba buen trayecto.

Así empezaba aprovechando el día desde por la mañana y sacando su merecida recompensa de quedar con  los amigos para ir a «misa» como él decía. Muchas veces también nosotros le acompañábamos en esa liturgia, una ronda, y después la segunda antes de comer.

Pasábamos nuestros ratos juntos y cuando las fuerzas flojeaban paseábamos del brazo. Hablábamos de nosotros, de cómo estábamos y cómo nos iban las cosas. En los últimos meses estaba un poco preocupado por la falta de mi trabajo, pero él me decía que estaba convencido  que pronto encontraría trabajo porque sabía que era muy trabajadora y eso le tranquilizaba.

La verdad es que nos quería a todos con locura. Él y yo nos entendíamos bien, aunque no siembre estábamos de acuerdo en asuntos de política o de fútbol.  Nunca pensé que podría echar de menos poner el telediario y oír cómo se enfadaba cuando hablaban de política, eso era algo que le superaba, creo que no había ni uno que le cayera bien.

El fútbol además del ciclismo era otra de sus pasiones, pero ésta a veces le daba algún que otro  disgusto, e incluso llegaba a apagar la televisión durante un partido de su equipo de los nervios o el enfado que eso le producía, y entonces se ponía la radio para no verlo.

Una vez, fuimos al campo de fútbol juntos, nunca podré olvidar aquél partido. Su equipo y mi equipo enfrentados, yo con mi camiseta escondida debajo de la chaqueta  y él con su bufanda atada en la frente orgulloso y feliz. Un partido para recordar, no tanto por el resultado como por el momento vivido.

Años más tarde y ya conscientes del momento, volvimos a revivir aquel encuentro, un momento tan maravilloso como inolvidable, tres generaciones disfrutando de una misma alegría. Nada me importó el resultado, tú sonrisa, cómo cantabas, cómo movías con energía esa bufanda fue suficiente para mí. No sé si tú sabías que esa iba a ser la última vez, algo me dice después de tanto tiempo que quizás sí lo sabías.

Recuerdo tus viajes a París, lo que te gustaba tu trabajo, y siempre nos contabas las historias que vivías y a quien te encontrabas en el tren. Recuerdo esas cajas de bombones que me traías, tan grandes, nunca antes había visto cajas tan grandes de bombones. Y esos chuletones, y empanadas y cuando nos preparabas pulpo. Siempre pensabas en los demás antes que en ti. Como cuando hacías la ensalada de sólo lechuga porque así era como me gustaba.

Un día oí que dijiste que eras afortunado por tenerme en tu familia. Lo que hice, como fui, lo hice no porque debía sino porque así lo sentía, porque tú formabas parte de mi vida, eras mi familia y yo te quería, cómo sé que tú me querías a mí y sabes qué, aunque no estés no he dejado de quererte y recordarte.

Nunca la palabra «mi rey» sonó tan bonita como cuando tú la decías y sólo por eso, por ese cariño enorme que tú sentías siempre haré que «tu rey» te recuerde siempre. Sabes cuántas veces habla de ti. No quiero que sufras si te digo que a veces lloramos recordándote, pero es lo normal cuando has querido tanto a alguien, a  veces es necesario.

Un día, nos dieron esa noticia, recuerdo tu mirada en ese momento, sé que nunca quisiste tirar la toalla y que todo se vino abajo. A veces las fuerzas del cuerpo superan a las del corazón y aunque el corazón quería el cuerpo no pudo.

Nos dejaste diciéndonos lo mucho que nos querías y el dolor que sentías por ver cómo  nosotros estábamos sufriendo. Yo te besaba la cara, la frente, y mientras acariciaba tu mano te decía que no te preocuparas que nunca te dejaríamos sólo y así fue hasta el último momento.

Aún me pregunto cómo entre tanto dolor y tanto sufrimiento pudiste sacar la voz y la sonrisa para despedirte de él aquél día. La felicidad con la que cruzó la puerta y la inmensa alegría que sintió al verte es algo que jamás podré olvidar. Te estoy tan agradecida por ese momento, fue un regalo tan bonito y tan generoso que siempre lo llevaré conmigo y que cuando él crezca le contaré cómo fue.

Sabes, durante mucho tiempo nos hemos sentido muy solos sin ti y aún nos sentimo. Todos y cada uno de los que te queremos te recordamos cada día, cada noche.

Sé que no te querías ir, pero también sé que te fuiste en paz y pudiste despedirte y nosotros de ti. Ojalá algún día volvamos a vernos y pueda decirte la única cosa que no te pude decir.

Gracias por quererme así

Mariai
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1 Comments

Teresa Miguel
Reply 29 septiembre, 2015

Me gustaría poder leer algún día, leer,algo tan bonito,como lo que has escrito,con tanto sentimiento y con tanto cariño, que no sea muy tarde, el tiempo pasa, los dias se van acortando como un principio de otoño o un largo invierno, pero sé que en la primavera lejana, ese escrito ,será mi compañero de viaje

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